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Este año el cartel es un homenaje a la escritora Ana María Matute, ha sido diseñado por Carmen Solé y el pregón que lo acompaña es obra del escritor Antonio Rodríguez Almodóvar.
Dice así:
-¡Ana María, despierta!
El príncipe se quedó contemplándola. Era guapa, el pelo negro, los ojos grandes, la boca carnosa. Luego la sacudió suavemente, por un hombro.
Insistió: -Vamos, mujer, que ya es hora.
Ana María, solo después de un rato, empezó a moverse. Primero movió un dedo, luego una ceja, luego entreabrió un ojo.
-¿Y tú… quién… eres? –preguntó, no sin gran esfuerzo.
-¡Soy el Príncipe Azul!
-¿El qué?
-El príncipe… ¿No te acuerdas? Tenemos que amarnos.
-¿Es obligatorio?
-Claro, lo manda la tradición.
-¡Pues entonces vete a hacer gárgaras!
El príncipe se quedó contemplándola. Era guapa, el pelo negro, los ojos grandes, la boca carnosa. Luego la sacudió suavemente, por un hombro.
Insistió: -Vamos, mujer, que ya es hora.
Ana María, solo después de un rato, empezó a moverse. Primero movió un dedo, luego una ceja, luego entreabrió un ojo.
-¿Y tú… quién… eres? –preguntó, no sin gran esfuerzo.
-¡Soy el Príncipe Azul!
-¿El qué?
-El príncipe… ¿No te acuerdas? Tenemos que amarnos.
-¿Es obligatorio?
-Claro, lo manda la tradición.
-¡Pues entonces vete a hacer gárgaras!
Ana María se giró hacia un lado y volvió a dormirse. El príncipe
quedó sumamente desconcertado. Se incorporó del filo del lecho y se puso
a pasear la estancia.Vio las telarañas del tiempo colgando de los
pesados cortinajes, vio a un par de alabarderos durmiendo de pie, la
nariz del uno apoyada en la nariz del otro.
Vio, o mejor dicho, escuchó la estridente sinfonía de ronquidos que
le llegaban de todas partes de aquel palacio encantado; ronquidos
atronadores de guardianes forzudos, ronquidos silbantes de cocineros
exquisitos, ronquidos trascendentes de capellanes gordinflones,
ronquidos, ronquidos… Como que tuvo que taparse las orejas para no ser
víctima de aquel terremoto sónico… y entonces se dio cuenta: ¡el fuego
de la chimenea también dormía!
Se acercó, aproximó una mano a aquellas llamas petrificadas y quedó
ensimismado… Luego de un tiempo incontable, levantó la vista y vio sobre
la repisa una hilera de libros. Eran libros de cuentos, los únicos
objetos de aquel lugar que no habían acumulado polvo ni telarañas. Con
un temblique en el dedo índice de la mano derecha, impropio de todo un
príncipe, fue recorriendo los títulos:
Cuentos de antaño, de Charles Perrault, Cuentos de los hermanos Grimm, Cuentos de H. C. Andersen, Cuentos de Ana María Matute...
Al leer este último, el corazón empezó a repicarle. Sacó el libro y lo abrió. Al azar fue leyendo: “Todos nos acostamos con el lobo, pero lo que no podemos hacer es confundirlo con la abuelita.” “La infancia es más larga que la vida”. “El que no ama está muerto”.
Cuentos de antaño, de Charles Perrault, Cuentos de los hermanos Grimm, Cuentos de H. C. Andersen, Cuentos de Ana María Matute...
Al leer este último, el corazón empezó a repicarle. Sacó el libro y lo abrió. Al azar fue leyendo: “Todos nos acostamos con el lobo, pero lo que no podemos hacer es confundirlo con la abuelita.” “La infancia es más larga que la vida”. “El que no ama está muerto”.
Justo al acabar esta frase, cesaron los ronquidos y el fuego de la chimenea cobró repentina vitalidad. El príncipe se apartó.
-Eso, ahora ponte a curiosear en mis cosas -oyó a sus espaldas.
Levantó un poco más la vista y vio, en el espejo de la chimenea, cómo se incorporaba en su magnífico lecho una dama todavía más magnífica. Casi cien años de edad, el pelo totalmente blanco y la sonrisa totalmente pura. -
-Eso, ahora ponte a curiosear en mis cosas -oyó a sus espaldas.
Levantó un poco más la vista y vio, en el espejo de la chimenea, cómo se incorporaba en su magnífico lecho una dama todavía más magnífica. Casi cien años de edad, el pelo totalmente blanco y la sonrisa totalmente pura. -
¿Se puede saber qué día es hoy?
-¿Hoy? -El príncipe no tenía ni la menor idea.
-¡Me acabo de acordar!- Exclamó ella-. ¡Es 24 de octubre, día de la Biblioteca! ¡No te quedes ahí pasmao, que los niños nos están esperando!
¡Vamos, Príncipe Azul, mueve el culo!
-¿Hoy? -El príncipe no tenía ni la menor idea.
-¡Me acabo de acordar!- Exclamó ella-. ¡Es 24 de octubre, día de la Biblioteca! ¡No te quedes ahí pasmao, que los niños nos están esperando!
¡Vamos, Príncipe Azul, mueve el culo!
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